En una revelación que ha sacudido la base de uno de los misterios médicos y diplomáticos más intrigantes de la última década, fuentes anónimas vinculadas a la Oficina de Seguridad Nacional han proporcionado información que podría desmantelar la teoría de un ataque ruso detrás del llamado Síndrome de La Habana. Este fenómeno, que comenzó a afectar principalmente a diplomáticos estadounidenses y canadienses estacionados en Cuba desde 2016, ha sido el foco de especulaciones y teorías que abarcan desde ataques sónicos hasta armas de energía dirigida.
Estas fuentes sugieren que varios factores claves debilitan la hipótesis de un ataque orquestado por Rusia contra los diplomáticos. En particular, el momento y las circunstancias en que se registraron los incidentes no corresponden con lo que sería esperable en un ataque intencionado. Además, la presunción de que una arma sónica, capaz de inducir los síntomas reportados, habría afectado a un espectro mucho más amplio de personas en las inmediaciones, contradice los informes de que sólo un selecto grupo de individuos sufrió los efectos.
Estas aseveraciones son apoyadas por divergencias en los síntomas reportados en incidentes similares, como el caso investigado en Alemania dos años antes, donde las víctimas presentaban lesiones en el tímpano, una condición que no se ha observado en la mayoría de los afectados en Cuba.
La investigación de la policía montada de Canadá y un exhaustivo informe de los servicios de inteligencia estadounidenses, revelado por The Washington Post, concluyen que es «muy improbable» que los incidentes fueran resultado de acciones por parte de agentes extranjeros. Este informe fue el producto de la colaboración entre siete agencias de inteligencia, que examinaron cerca de mil casos etiquetados como «incidentes sanitarios anómalos». A pesar de la meticulosa revisión, no se encontraron patrones, condiciones comunes ni pruebas que sustenten la teoría de ataques con armas de energía.
Este conjunto de hallazgos aporta una nueva perspectiva al enigma del Síndrome de La Habana, alejándolo de las teorías conspirativas y enfocándose más en la necesidad de una investigación científica rigurosa. La administración Biden ha reiterado su compromiso con la salud y seguridad de su personal diplomático, asegurando que se tomarán todas las medidas necesarias para protegerlos, mientras permanece abierta a nuevas investigaciones que puedan esclarecer este misterio.
La falta de evidencia concreta sobre la causa de estos síntomas no solo complica el diagnóstico y tratamiento de los afectados sino que también plantea importantes interrogantes sobre la seguridad y el bienestar de los funcionarios estadounidenses en el extranjero. Con este giro en la investigación, las autoridades esperan reorientar los esfuerzos hacia la identificación de las verdaderas causas detrás de estos incidentes, asegurando que los diplomáticos reciban la atención médica necesaria y que se establezcan protocolos de prevención más efectivos en el futuro.