La celebración de la Semana Santa en Jerusalén este año está marcada por una atmósfera de devoción contenida y una notable disminución de la afluencia habitual de fieles, debido a las tensiones y conflictos en la región, especialmente por la situación en Gaza. En este contexto, la tradicional procesión del Vía Crucis, llevada a cabo por los franciscanos, quienes se encargan de custodiar los lugares santos, ha tomado un cariz diferente, mezclando la solemnidad de su ritual con la preocupación por la seguridad y la accesibilidad de los participantes.
A pesar de las adversidades, el Vía Crucis de este Viernes Santo procedió por las históricas calles empedradas de la ciudad vieja de Jerusalén, siguiendo la ruta que, según la tradición cristiana, Jesucristo recorrió hacia su crucifixión hace más de dos milenios. Este acto de fe, en el que se recitan oraciones en múltiples idiomas, ha sido un momento de profunda espiritualidad para los fieles presentes, especialmente para aquellos provenientes de América Latina y Europa, incluyendo a un número significativo de españoles.
Cristina, una peregrina española, compartió con TVE su experiencia al participar por octava vez en las celebraciones de Semana Santa en Jerusalén, describiéndolas como «fechas únicas». Irene, otra peregrina, expresó su esperanza de que en los próximos años Jerusalén «se llene otra vez de peregrinos», reflejando el deseo de un retorno a la normalidad y la paz que permita la libre expresión de fe.
Sin embargo, este año, el conflicto ha disuadido a muchos de hacer el viaje a la ciudad santa. Las restricciones impuestas por Israel han limitado especialmente el acceso de los cristianos palestinos de Cisjordania. El Custodio de los Santos Lugares, Francesco Patton, hizo un especial recuerdo de los cristianos en la Franja de Gaza, afectados por la guerra y la escasez de servicios médicos esenciales, señalando su fe como un «ejemplo muy luminoso».
Además, la coincidencia de la Semana Santa con el Ramadán ha creado momentos de cercanía entre comunidades de diferentes creencias, gestionadas bajo estrictas medidas de seguridad y la vigilancia de los soldados israelíes. Este año, la celebración no solo ha sido un reflejo de la fe y devoción, sino también un recordatorio de las complejidades y desafíos que enfrentan aquellos que buscan ejercer su religión en un contexto de conflicto y restricciones. La comunidad internacional, con La Haya exigiendo a Israel evitar un genocidio en Gaza y asegurar la ayuda humanitaria necesaria, sigue observando con preocupación la situación en la región, esperando soluciones que permitan la convivencia pacífica y el libre ejercicio de las creencias religiosas.