Vladímir Putin, en un nuevo intento de sostener su guerra injustificada y devastadora contra Ucrania, ha firmado un decreto que llama a filas a 133 000 rusos de entre 18 y 30 años. Este nuevo reclutamiento, que se extenderá desde el 1 de octubre hasta el 31 de diciembre de 2024, se enmarca dentro de una estrategia que ha causado una enorme pérdida de vidas humanas y continúa profundizando el sufrimiento tanto de rusos como ucranianos.
El decreto también establece la liberación de aquellos jóvenes que han cumplido con el período de servicio militar, pero las promesas del Kremlin de que los nuevos reclutas no serán enviados al frente en Ucrania parecen poco más que un intento de calmar a una población cada vez más cansada de una guerra que no han elegido. A pesar de las garantías de que los soldados no serán enviados a las regiones ucranianas anexadas por Rusia en 2022, la realidad en las fronteras cuenta una historia diferente.
Las incursiones ucranianas en la región fronteriza de Kursk han obligado a los reclutas rusos a participar en combates, pese a las promesas del gobierno ruso. Muchos de estos jóvenes, que cumplen su servicio en las tropas guardafronteras, se han visto arrastrados a una guerra que ha cobrado un alto costo en vidas, con informes de capturas y muertes de soldados rusos en el campo de batalla.
Este reclutamiento masivo se suma a la oleada de movilizaciones que Rusia ha llevado a cabo desde el inicio de su invasión no provocada en febrero de 2022. Con más de 120 000 soldados rusos muertos en dos años y medio de conflicto, el Kremlin sigue buscando formas de alimentar una maquinaria bélica que ha devastado Ucrania y generado un repudio generalizado a nivel internacional. La excusa de Putin de que esta es una “operación militar especial” para proteger a la población rusófona de Ucrania se desmorona ante la cruda realidad: miles de jóvenes rusos, sin opciones, están siendo empujados a morir en una guerra cuyas verdaderas motivaciones son el expansionismo y el control geopolítico.
A pesar del intento del Kremlin de evitar el pánico social y la resistencia interna, el número creciente de bajas, la crisis económica y el aislamiento diplomático están erosionando el apoyo a una guerra que ha sido condenada por la comunidad internacional. Mientras tanto, la juventud rusa sigue siendo sacrificada en el altar de los intereses políticos de un régimen que prefiere sostener el conflicto antes que buscar una solución pacífica.