Por Esteban Fernández Roig
Yo detesto lo “políticamente correcto”, sin embargo, odio la palabra “criada”.
De muchacho, yo escuchaba decir: “Nosotros queremos muchísimo a la CRIADA, la tenemos en la casa desde jovencita, es parte de la familia, la llevamos a Guanabo cuando vamos de vacaciones, la invitamos hasta a los cumpleaños de los niños”…
Desde luego, cuando iban a la playa o la invitaban a las reuniones familiares, ¿qué hacía ella en Guanabo o en el cumpleaños del niño? Ni más ni menos que en todas partes seguía siendo la CRIADA…
Yo me he enterado aquí de que supuestamente han invitado a la empleada doméstica a una fiesta, hasta se ha emperifollado, y allí uno de los presentes derrama una copa de vino tinto en la alfombra; apenado trata de limpiarla, y la dueña de la casa dice: “No, Periquito, deja que la CRIADA haga eso”.
Y hace poco escuché a un matrimonio chileno decir: “Sí, nosotros llevamos a nuestro viaje a Las Vegas a la mucama, la queremos mucho, es parte integrante de nuestro núcleo familiar”… Pero si usted averigua un poco, descubrirá que ellos se fueron el sábado a los Casinos a jugar, a ver el show de Wayne Newton, y la que supuestamente estaba disfrutando las vacaciones en Las Vegas se quedó encerrada en el cuarto del “Caesars Palace” cuidando a tres majaderos muchachos.
A partir del primero de enero de 1959, el gran HP llegó demagógicamente diciendo que eliminaría el peculado, la discriminación, la prostitución y berreó enardecido: “¡Aquí se acabaron las criadas!”. Todo fue un fraude, una gran estafa, un peripé.
Imposible es visitar una de las mansiones de los Castro, de los generales y jerarcas, a no ser que vaya de CRIADA, y si es un cubano de a pie —siempre recomendado por la seguridad del estado— irá de criado, guardaespaldas, jardinero o chofer.
Imposible ver a Mariela Castro tirando cubos de agua en su sala, con una escoba en una mano y un palo de trapear en la otra.
Imposible fue ver a Vilma Espín llena de vómitos de sus hijas y limpiando pañales llenos de caca.
Las únicas mujeres que vivían en “Punto Cero” eran las CRIADAS y las prostitutas (porque con eso tampoco terminó Castro) que llevaban a sus hijos, y las espantaba a escobazos la bruja Dalia Soto del Valle.
Miren (en la foto) uno de los palacios del nieto de Raúl, el troglodita “Cangrejo”. ¿Ustedes creen que él lo limpia, trapea y lo barre, y después va y corta la hierba?
Y observen la fotografía de Sandro, el nieto de Bola de Churre, ¿usted se lo imagina con un delantal puesto y un plumero en las manos?
Y predico con el ejemplo de mi madre: Una vez, mi padre le puso dos muchachas para ayudar a mi madre con los quehaceres de la casa.
Mami jamás dijo que “las quería como si fueran sus hijas”, simplemente limpiaba a la par que ellas. Y a veces más que ellas.
Tanto es así que mi padre vio a mi madre sudorosa y cansada y le dijo: “Ana María, un día voy a llegar de la calle y ver a Zeida y Ada sentadas en la sala leyendo Carteles y tú dándole brillo al portal con creolina”…
Artículo de Esteban Fernández Roig, copiado de su muro de Facebook y reproducido en nuestro medio con su autorización.