La crisis energética que atraviesa Cuba ha alcanzado niveles críticos, con apagones diarios que afectan gravemente a toda la isla. La mayoría de las plantas generadoras de electricidad están fuera de servicio o funcionando de manera limitada debido a averías constantes, agravadas por la creciente escasez de combustible. Durante la Mesa Redonda de hoy, las autoridades energéticas confirmaron que los cubanos deben prepararse para más apagones en los próximos días, una noticia que ha incrementado el malestar social en un país donde la paciencia parece estar agotándose.
Un sistema eléctrico al borde del colapso
La situación actual es producto de años de deterioro en la infraestructura energética, según explicaron funcionarios del Ministerio de Energía y Minas y de la Unión Eléctrica (UNE). Las plantas principales, como la central termoeléctrica Antonio Guiteras, se encuentran en condiciones deplorables. Esta planta, en particular, ha experimentado fallas recurrentes en sus calderas y equipos auxiliares, y aunque se están realizando reparaciones de emergencia, las autoridades admiten que su capacidad de operación será limitada incluso cuando vuelva a estar en servicio.
En el resto del país, la situación es igual de grave. Las centrales de Felton y Renté han sufrido también averías significativas, lo que ha reducido la capacidad de generación eléctrica a niveles insuficientes para cubrir la demanda nacional, sobre todo en las horas pico. La falta de combustible, vital para las plantas que funcionan con diesel y fuel oil, ha empeorado la crisis, limitando aún más las posibilidades de generar electricidad de forma estable.
Opiniones de la población: «Ya no podemos más»
El creciente número de apagones prolongados ha generado una ola de descontento en la población. Cubanos de distintas provincias han expresado su agotamiento y frustración ante una situación que parece no tener solución a la vista.
Martha Rodríguez, residente de Santiago de Cuba, compartió su desesperación: «Llevamos semanas con apagones de hasta 12 horas diarias. No podemos refrigerar la comida, no podemos usar nuestros electrodomésticos. El calor es insoportable y los niños no pueden dormir bien. Ya no sabemos qué hacer». Este sentimiento de impotencia es común en muchas familias cubanas, especialmente aquellas con niños pequeños y ancianos, que dependen de la electricidad para llevar una vida relativamente normal.
En La Habana, Jorge Suárez, un trabajador del sector privado, explicó cómo los apagones han afectado su negocio: «Tengo un pequeño taller de reparaciones y cada vez que se va la luz, pierdo horas de trabajo. Ya no puedo cumplir con los plazos de entrega, y mis clientes se quejan. El gobierno nos pide paciencia, pero la verdad es que ya no podemos más».
Las redes sociales también se han convertido en un espacio donde los cubanos expresan su frustración. En Twitter y Facebook, muchos comentan que los apagones se han vuelto insoportables, y algunos hacen referencia a la falta de soluciones a largo plazo. «¿Hasta cuándo vamos a seguir con estas promesas de que todo se va a arreglar? Llevamos años escuchando lo mismo», escribió un usuario de Twitter.
Un problema estructural sin solución inmediata
El impacto de los apagones no se limita solo a los hogares. Sectores clave como la salud y la educación también se están viendo gravemente afectados. Los hospitales dependen cada vez más de generadores de emergencia, muchos de los cuales no están en las mejores condiciones para soportar el aumento de la demanda. En las escuelas, tanto profesores como alumnos luchan por mantener el ritmo académico en medio de interrupciones constantes del suministro eléctrico.
La situación de la escasez de combustible ha puesto en jaque las operaciones de las plantas generadoras, y aunque el gobierno ha tratado de asegurar suministros mediante acuerdos con países aliados, las restricciones comerciales y las sanciones internacionales han dificultado la importación de crudo. En la Mesa Redonda, los funcionarios explicaron que están trabajando para reactivar plantas a través de reparaciones de emergencia, pero admitieron que estas labores son complejas y costosas, lo que limita las opciones a corto plazo.
Los cubanos buscan soluciones por su cuenta
Mientras las autoridades intentan gestionar la crisis, muchos cubanos han comenzado a buscar soluciones propias. En algunos barrios, los vecinos se organizan para compartir generadores eléctricos, cocinar en conjunto o incluso buscar alternativas de energía como paneles solares, aunque la falta de acceso a estas tecnologías sigue siendo un obstáculo.
«Nos hemos tenido que acostumbrar a usar velas y cocinas de gas. Aquí cada quien busca la manera de salir adelante, pero es muy difícil», comentó Laura Hernández, madre de tres hijos que reside en Pinar del Río. «Mis hijos hacen las tareas escolares bajo la luz de una vela, y a veces ni siquiera podemos cenar porque se va la luz antes de que termine de cocinar».
Los apagones también han afectado la vida nocturna en las principales ciudades del país. Restaurantes, bares y locales de entretenimiento han visto reducidas sus actividades, y muchos propietarios de negocios pequeños reportan pérdidas económicas significativas. «El turismo, que ya está afectado por la pandemia, también sufre por los apagones», señaló un trabajador de la industria hotelera en Varadero. «Los turistas no quieren quedarse en un lugar donde no hay electricidad. Estamos perdiendo clientes y puestos de trabajo».
Una solución a largo plazo aún distante
Aunque las autoridades han puesto en marcha iniciativas para rehabilitar parcialmente algunas de las plantas más deterioradas y priorizar la expansión de energías renovables como la solar y la eólica, estos esfuerzos aún no han producido resultados significativos. La falta de inversión y acceso a tecnologías avanzadas impide que la energía renovable se convierta en una solución viable en el corto plazo.
Los cubanos, mientras tanto, continúan esperando una mejora en el sistema eléctrico que alivie su día a día. «Es una situación que te desespera», comenta Manuel Pérez, un anciano jubilado de 72 años. «Después de tantos años de sacrificio, uno pensaría que al menos podríamos tener electricidad para nuestras necesidades básicas, pero no. Aquí seguimos, apagón tras apagón».
Con la promesa de una mayor estabilidad en el suministro eléctrico aún lejana, y sin una solución inmediata a la vista, la población cubana se enfrenta a la dura realidad de que los apagones continuarán siendo parte de su vida cotidiana en el futuro cercano. El malestar crece, y mientras tanto, el país sigue sumido en una crisis energética sin precedentes.